Por Oscar Delgado, Director de Ventas para Latinoamérica en Myriota 

Latinoamérica enfrenta impactos climáticos cada vez más intensos, mientras que los desafíos de infraestructura limitan las posibilidades de monitoreo ambiental en zonas remotas. Los datos climáticos son fundamentales para gestionar recursos hídricos, habilitar la agricultura de precisión, prevenir desastres naturales y respaldar otras aplicaciones fundamentales. Esta información puede recolectarse mediante dispositivos con conexión satelital, equipados con sensores que miden variables ambientales directamente en terreno y las transmiten a plataformas de procesamiento mediante telemetría. 

La llegada de estaciones meteorológicas satelitales —compactas, de bajo consumo energético y con conectividad satelital— representa un salto tecnológico. Estos dispositivos funcionan con baterías AA o paneles solares, y pueden operar de forma autónoma durante varios años, permitiendo la recolección y transmisión continua de datos en zonas sin redes celulares, ni electricidad ni internet. Esto reduce drásticamente el costo total de propiedad, hasta en 50 veces, disminuyendo los gastos en hardware, infraestructura y visitas a terreno para mantenimiento o recuperación de datos. 

Escenario nacional 

Chile cuenta con un sistema de recolección de datos ambientales basado en satélites, que combina infraestructura satelital nacional con integración de datos internacionales. Desde el lanzamiento de su primer satélite de observación terrestre (SSOT) en 2011, el país ha ampliado sus capacidades mediante iniciativas como el Sistema Nacional Satelital (SNSat) y el Centro Regional Copernicus, operado en alianza con la Unión Europea. Estas plataformas respaldan el monitoreo ambiental en ecosistemas diversos —desde el desierto de Atacama hasta la Patagonia y la Antártica—, proporcionando datos valiosos sobre clima, uso del suelo, recursos hídricos y biodiversidad. Sin embargo, persisten desafíos para asegurar una cobertura continua, de costo accesible y de alta resolución en zonas montañosas y regiones australes, donde las limitaciones logísticas y de conectividad dificultan la instalación y el mantenimiento de sensores terrestres, que además, pueden ser muy costosas. 

Casos de uso estratégicos para estaciones meteorológicas compactas 

En agricultura, estas estaciones monitorean variables como humedad del suelo, temperatura y precipitaciones en zonas rurales remotas, apoyando decisiones sobre riego, siembra y aplicación de productos fitosanitarios. Como muchas de estas actividades siguen ciclos de planificación diaria o semanal, la transmisión periódica de datos es suficiente para mantener una gestión agrícola eficiente. 

En minería, especialmente en faenas remotas, estas estaciones permiten seguir condiciones climáticas que pueden afectar la seguridad, como lluvias intensas que podrían desestabilizar el terreno. Los datos recolectados alimentan modelos predictivos que contribuyen a la prevención de riesgos.

En el sector transporte, particularmente en líneas férreas y carreteras, estaciones instaladas a lo largo de las rutas entregan datos sobre niebla, temperatura y precipitaciones, lo que facilita el mantenimiento de la infraestructura. La gestión ambiental y forestal también se beneficia: en zonas de reforestación o unidades de conservación, estas estaciones permiten el monitoreo de microclimas a lo largo del tiempo, apoyando estrategias de preservación. Esta tecnología también respalda el monitoreo climático en cuencas hidrográficas para proyectos de gestión del agua, proporcionando datos esenciales para modelar escenarios de inundación o sequía. 

Consideraciones de mercado 

La conectividad satelital se está volviendo cada vez más accesible, lo que impulsa su adopción en casos donde la cobertura terrestre resulta demasiado costosa o directamente inalcanzable. Según proyecciones de Myriota, se espera que todo el ecosistema —desde los módems hasta los costos de transmisión de datos— sea un tercio más barato hacia fines de 2025, haciendo el modelo de negocio aún más viable. 

¿Por qué ahora? 

La convergencia entre la urgencia climática, la madurez tecnológica y la creciente interoperabilidad regional genera un momento tanto necesario como oportuno para expandir el uso de estaciones meteorológicas con conectividad satelital. Con eventos climáticos extremos y localizados cada vez más frecuentes, contar con datos oportunos se ha convertido en una prioridad estratégica para muchos sectores. Al mismo tiempo, los avances en tecnologías como los nanosatélites en órbita terrestre baja (LEO) y los dispositivos satelitales de ultra bajo consumo permiten acceder a redes robustas, duraderas y de bajo costo en ubicaciones antes inaccesibles. 

Las estaciones meteorológicas con conectividad satelital pueden generar datos ambientales de alta calidad en regiones remotas. Para los países de Latinoamérica, esto no solo representa innovación, sino también una herramienta crítica para enfrentar los desafíos ambientales y climáticos del siglo XXI.

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