- La resiliencia de los países agro-exportadores ya no se juega en los volúmenes que logren producir y vender, sino más bien, en la credibilidad y confianza que logren establecer con el mercado de destino. En un escenario donde la calidad es lo que define el liderazgo exportador, Chile necesita reescribir su estrategia y tomar acciones inmediatas: una agroexportación sustentada en una visión común y apalancada de la tecnología.
A simple vista, el 2024 fue un año de cuentas alegres para el sector agrícola nacional, logrando récord históricos en sus exportaciones. Sin embargo, si miramos los últimos 5 años, la tasa de crecimiento de las exportaciones agrícolas fue solo de un 2%, mientras que nuestro país vecino, Perú, crece a tasas cercanas al 9%. Peor aún, si hacemos doble click, vemos que en productos clave, como las cerezas y el vino, el aumento de volumen ha ido acompañado de una caída en los precios promedio. Estamos produciendo más, pero capturando menos valor por cada unidad enviada.
En las cerezas, Chile lidera con el 47% de la oferta mundial. La última temporada mostró un alza del 48% en volumen respecto a temporada 2023-24, pero apenas un 8% en valor FOB. La diferencia está en el precio por tonelada, afectado principalmente por la falta de consistencia en la calidad. En mercados exigentes como China, la confianza y percepción lo es todo.
Con el vino ocurre algo similar. Aunque seguimos en el cuarto lugar global, entre 2015 y 2024 nuestras exportaciones cayeron un 1,5 %, mientras la demanda mundial creció 2,6%. En los segmentos de mayor valor, la caída ha sido aún más pronunciada: entre 2021 y 2024, el segmento sobre 60 dólares por caja se contrajo un 10 %. En valor por litro embotellado, Australia nos duplica. Nosotros estamos en el lugar 11 del ranking, con apenas 2,8 euros por litro, según la OIV.
Estas cifras revelan una debilidad estructural: un modelo que sigue apostando por la escala, sin consolidar una propuesta de valor diferenciadora y confiable. En un entorno donde los consumidores demandan trazabilidad e identidad, esta brecha nos expone a una pérdida progresiva de competitividad y posicionamiento en mercados estratégicos.
El contraste con modelos como el de Nueva Zelanda es evidente. A través de Zespri, sus productores de kiwi se asociaron, invirtieron en tecnologías como Clarifruit y crearon una marca global reconocida por su calidad premium.
¿Se encuentra en riesgo nuestro liderazgo exportador? Depende. Chile puede aún reposicionarse, pero se necesitan dos elementos esenciales para lograrlo:
La construcción de una imagen país premium
Necesitamos que las empresas exportadoras, gremios y organismos del Estado colaboren y piensen en la construcción y comunicación de una única marca país, con sello premium y confiable. Esto no solo implica construir una narrativa común, sino más importante, se requiere de un actuar colectivo que asegure una calidad consistente.
La inversión en tecnologías que aseguren consistencia y comprensión del mercado
Las empresas productoras y exportadoras hoy están invirtiendo de forma individual en tecnologías que les permiten cumplir con estándares de calidad, sin embargo, carecemos de inversiones a nivel de industria que aseguren la consistencia y trazabilidad de todo producto chileno exportado. De la misma forma, existen esfuerzos que podrían ser comunes para avanzar hacia una mejor comprensión de los mercados internacionales Así, en términos de inteligencia de mercado, Chile tiene la oportunidad de posicionar sus productos de calidad de forma estratégica mediante plataformas tecnológicas que son capaces de customizar la oferta de valor de acuerdo a las preferencias del consumidor final. Wine Service es un ejemplo.
Chile no puede ni debe competir por escala. Nuestra verdadera oportunidad está en asegurar productos de calidad medible y reconocida. No se trata de exportar menos, sino de exportar mejor. Refresquemos la frase tan conocida “si es chileno, es bueno”, y hagamos de Chile un país reconocido por su calidad a toda prueba.
El verdadero punto de inflexión es este: o seguimos creciendo sin capturar valor, o damos el salto hacia un modelo exportador donde la calidad no sea un objetivo, sino un nuevo estándar.