Proyecto de la Universidad Autónoma permitirá ahorrar hasta 80% en el uso de fungicidas con el desarrollo de vides resistentes al oídio, hongo que afecta la calidad de los racimos y que genera costos cercanos a los US$50 millones anuales a la industria.

La industria vitivinícola podría ahorrar hasta 80% en el uso de fungicidas -más de US$ 50 millones al año- con las nuevas variedades de vides resistentes al oídio, hongo que disminuye el peso del racimo, retrasa la maduración y reduce la tasa fotosintética y de transpiración, desarrolladas por un proyecto de la Universidad Autónoma de Chile.

La iniciativa -liderada por el doctor Patricio Arce, director del Instituto de Ciencias Aplicadas de esa casa de estudios superiores- incorporó genes de resistencia natural en variedades tradicionales mediante mejoramiento genético controlado, sin transgénesis. 

“Con estas nuevas vides podemos reducir las aplicaciones a una o dos por cosecha -actualmente son entre 14 y 16, dependiendo de la región-, con un ahorro del 80% en fungicidas y una producción más limpia”, explicó el investigador.

El alcance de este avance científico es relevante, considerando que en nuestro país existen 210.000 hectáreas plantadas de vid, de las cuales más del 50% se destinan a la producción de vino. Además, Chile es el primer exportador de vinos de Sudamérica y cuarto exportado a nivel mundial.

“Eso demuestra que la investigación universitaria puede traducirse en un resultado concreto para la industria y los consumidores”, afirmó Arce.

La iniciativa – financiada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y que cuenta con la participación del Centro de Investigación e Innovación de la Viña Concha y Toro- evaluó selecciones avanzadas de Cabernet Sauvignon, Carmenere, Merlot, Chardonnay y Sauvignon Blanc. Las plantas produjeron hasta cinco kilos de uva por vid y mostraron un perfil enológico característico de vinos jóvenes, según análisis cromatográficos (HPLC-DAD). 

“Nuestros vinos -afirmó Arce- cumplen con los estándares enológicos y comerciales, abriendo la posibilidad de elaborar vinos casi orgánicos, libres de fungicidas y de alta calidad”.

En lo comercial, la alianza con Viña Concha y Toro, una de las tres mayores productoras del mundo, permitirá multiplicar y evaluar las nuevas variedades bajo un acuerdo de licenciamiento con la Universidad Autónoma. 

“El cambio climático nos exige fortalecer las plantas para lograr su adaptación sin alterar la calidad del vino. La biotecnología y la colaboración con universidades son clave para lograrlo”, señaló la Dra. Viviana Sosa, coordinadora técnica de proyectos de la viña.

Por su parte la sommelier Patricia Contreras, quien evaluó los vinos obtenidos, subrayó su potencial enológico, indicó que “son vinos con gran equilibrio y estructura. Aunque no pasaron por barrica, tienen un potencial de guarda importante. Con procesos adecuados podrían alcanzar nivel Gran Reserva”.

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Equipo Prensa
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