- En el Día Internacional Libre de Bolsas Plásticas, especialistas instan a reducir su uso y optar por opciones reutilizables. “Una bolsa que usamos apenas 15 minutos, puede contaminar durante siglos”, advierte Jorge Leiva, académico de la UBO.
Cada minuto se consumen cerca de 10 millones de bolsas plásticas en todo el mundo. Usadas apenas por unos 15 minutos, muchas de ellas terminan contaminando el planeta durante siglos. El impacto es tan profundo que puede extenderse por hasta 500 años, dejando una huella tóxica que afecta ecosistemas, fauna marina, calidad del agua e incluso nuestra salud.
En el marco del Día Internacional Libre de Bolsas Plásticas, que se conmemora este 3 de julio, expertos alertan sobre las consecuencias de este hábito arraigado y llaman a una transformación cultural urgente hacia la sostenibilidad. “El problema de fondo no es solo el material, sino el modelo de consumo desechable que hemos normalizado”, advierte Jorge Leiva, jefe de carrera de Ingeniería Civil en Medio Ambiente y Sustentabilidad de la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO), quien agrega que una sola bolsa puede fragmentarse en miles de microplásticos, que persisten en el entorno, ingresan en las cadenas alimenticias y terminan afectando también a las personas.
La magnitud del problema es alarmante. Según estimaciones globales, solo el 1% de las bolsas plásticas se recicla. El resto acaba en vertederos, se quema liberando gases contaminantes, o contamina directamente ríos, océanos y suelos. Se calcula que cada año mueren más de un millón de aves y 100.000 mamíferos marinos por ingerir plástico o quedar atrapados en él. El 52% de las tortugas marinas ha ingerido plástico al menos una vez, y casos emblemáticos, como la ballena encontrada muerta en Tailandia con 80 bolsas en su estómago, reflejan la dimensión de esta crisis ambiental.
Esfuerzos nacionales
Chile ha dado pasos significativos con la implementación de la ley “Chao Bolsas Plásticas”, que desde 2018 ha logrado eliminar más de 5 mil millones de unidades del sistema. Sin embargo, los desafíos persisten. “Sustituir una bolsa plástica por una de papel u otro material desechable no soluciona el problema. El verdadero cambio es cultural. Necesitamos adoptar una lógica de reutilización y consumo responsable”, subraya Leiva.
Las alternativas sostenibles existen: bolsas reutilizables de tela, compostables, de cáñamo u otros materiales. Pero su efectividad depende del compromiso cotidiano de las personas. “Una bolsa ecológica olvidada en casa o desechada tras pocos usos, pierde completamente su propósito. La sostenibilidad se construye con hábitos, no con modas”, sostiene el experto.
Más allá del daño ecológico, la producción de plásticos también agrava la crisis climática. Solo en 2015, esta industria generó 1,7 gigatoneladas de CO₂, y si no se actúa con urgencia, se proyecta que esta cifra se cuadruplicará hacia 2050. Para Leiva, la acción individual tiene un poder transformador. “Que una persona lleve su propia bolsa, se rechacen productos desechables, se eduque a otros y se exijan políticas más ambiciosas son gestos que pueden parecer pequeños, pero que, multiplicados, generan cambios reales”, comenta.
El mensaje es claro y urgente, dice el académico universitario. A su juicio, no se trata solo de emplear otro tipo de bolsa, sino de cambiar la forma en que consumimos. Ante un legado tóxico que puede persistir por siglos, cada decisión cuenta.