Por Elisa Grube, Gerente de Marketing de The Body Shop Chile 

En el Día Mundial del Medio Ambiente, las campañas suelen recordarnos la urgencia de reciclar más, consumir menos o proteger nuestros recursos naturales. Y si bien esas acciones son importantes, es necesario hacernos una pregunta más profunda: ¿qué entendemos realmente por sustentabilidad?

Durante décadas, el relato ambiental ha estado desconectado de las realidades sociales. Se ha hablado de salvar árboles, océanos y especies; y con justa razón, pero se ha ignorado que la degradación ambiental profundiza brechas ya existentes. Las comunidades más vulnerables, aquellas con menos recursos o representación política, son las que enfrentan las peores consecuencias del cambio climático. Por eso, pensar en sostenibilidad sin considerar las estructuras de poder, acceso y derechos es perpetuar un modelo desigual que daña tanto al planeta como a las personas

En The Body Shop, creemos que no puede haber justicia ambiental sin justicia social. Es una convicción que nos ha acompañado desde nuestros orígenes: cuando en los años 80 denunciamos las pruebas en animales o cuando comenzamos a trabajar con comunidades de comercio justo mucho antes de que fuera tendencia. Porque para cuidar el planeta, primero debemos cuidar a quienes viven en él.

Hoy seguimos construyendo esa mirada interseccional desde acciones concretas, promovemos cadenas de suministro éticas, impulsamos el liderazgo de mujeres en nuestras comunidades proveedoras, diseñamos productos pensados desde la ética ambiental y social, y abrimos espacios de activismo juvenil en temas como equidad, derechos humanos y cambio climático.

Y sin embargo, también sabemos que eso no basta. La transformación no ocurrirá solo desde las empresas. Requiere colaboración multisectorial, regulación efectiva y un cambio cultural profundo. Nos urge pasar del discurso individual al compromiso colectivo. De la responsabilidad como consumidor a la responsabilidad como sociedad.

Este, quizás la pregunta no sea cuánto reciclamos, sino cómo reconstruimos el vínculo entre el ser humano y su entorno. Cómo pasamos de la lógica del uso a la lógica del cuidado. Cómo dejamos de hablar de la naturaleza como algo externo y empezamos a reconocer que el bienestar humano y el equilibrio ecológico son parte de una misma ecuación.

Porque en un mundo profundamente interconectado, lo verdaderamente sustentable será también lo justo. Y lo verdaderamente justo, solo será posible en un planeta sano.

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