Por Iván Martínez, Co fundador y CTO de Taxcode

La agroindustria, históricamente asociada a la tradición y a procesos manuales, enfrenta hoy un punto de inflexión. Durante décadas, las planillas manuales fueron la herramienta predilecta para llevar el control productivo y tributario. Sin embargo, estas hojas de cálculo ya no logran responder al dinamismo del sector. La desconexión entre la realidad viva del campo y la rigidez de un archivo en Excel genera ineficiencias, errores y pérdida de información clave que impacta la rentabilidad. 

En un entorno donde cada hectárea y cada animal cuentan, seguir dependiendo de sistemas rudimentarios es renunciar a una ventaja competitiva. La complejidad del mercado, la presión regulatoria y la necesidad de eficiencia han puesto sobre la mesa un desafío urgente: cómo administrar de manera precisa los activos biológicos, es decir, ganado, cultivos y plantaciones, cuya naturaleza es cambiante y difícil de capturar en registros estáticos.

La digitalización ofrece una salida concreta. Migrar del campo a la nube no es una moda, sino una necesidad estratégica. Este cambio mejora la precisión y transforma la toma de decisiones, que ya no se basan en percepciones o registros atrasados, sino en indicadores confiables y actualizados.

Además, resuelve uno de los grandes dolores del sector: cumplir con las exigencias tributarias y regulatorias. En Chile, la normativa sobre activos biológicos demanda un nivel de detalle difícil de sostener manualmente. Automatizar significa reducir errores, ahorrar horas de trabajo administrativo y garantizar transparencia frente al SII e inversionistas.

No se trata únicamente de eficiencia operativa, sino de visión de futuro. En un escenario global marcado por el cambio climático, las cadenas de valor sostenibles y la necesidad de demostrar impacto ambiental positivo, contar con sistemas de información sólidos permite a las empresas diferenciarse. Quienes logren mostrar trazabilidad completa de su producción y una gestión sustentada en datos tendrán mayor acceso a financiamiento, mejores oportunidades de exportación y la confianza de consumidores cada vez más exigentes.

La paradoja es clara: en la tierra, todo se transforma, pero la administración de esos procesos sigue anclada en métodos estáticos. La desconexión entre la dinámica de los activos biológicos y las planillas manuales amenaza con marginar a quienes no den el salto tecnológico.

La digitalización en la agroindustria ya no es una opción, es la nueva frontera de la competitividad. Quienes la adopten estarán mejor preparados para enfrentar los vaivenes del mercado, optimizar sus recursos y proyectar un futuro más sostenible. Quienes no, seguirán atrapados en la rigidez de una planilla que, lejos de reflejar la vida del campo, se convierte en una limitante. El desafío es convertir a la agroindustria chilena en un verdadero motor de desarrollo inteligente y sustentable.

 

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Equipo Prensa
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