El 6 de octubre, el mundo conmemora el Día Mundial del Hábitat bajo el lema “Soluciones Urbanas a la Crisis”, un llamado urgente a transformar los desafíos más apremiantes de nuestras ciudades en oportunidades para un desarrollo inclusivo y sostenible. En Chile, esta convocatoria resuena con especial fuerza frente a la crisis habitacional, donde la proliferación de asentamientos informales y campamentos refleja una profunda deuda social, ambiental y territorial.

La situación de más de 120.000 familias que hoy habitan en 1.428 campamentos no representa únicamente un déficit de vivienda; es también una expresión crítica de doble contaminación. Estos asentamientos carecen, en su mayoría, de servicios sanitarios básicos, lo que genera una amenaza constante para la salud pública y los ecosistemas. La ausencia de alcantarillado deriva en la disposición descontrolada de aguas negras, residuos orgánicos y basura, contaminando progresivamente el suelo con metales pesados como el plomo. Así, la falta de vivienda digna hoy está hipotecando los terrenos del mañana, volviéndolos inutilizables y peligrosos.

Si el objetivo del Día Mundial del Hábitat es transitar desde la crisis hacia soluciones sostenibles, debemos incorporar la remediación de suelos como un pilar estratégico de la política habitacional. Nuestras ciudades están llenas de pasivos ambientales —terrenos contaminados en desuso, antiguos sitios industriales o mineros abandonados, y ahora también los suelos de los campamentos— que hoy se perciben como obstáculos insalvables. Sin embargo, estos “pasivos” pueden convertirse en activos estratégicos si se gestionan adecuadamente.

La remediación de suelos no solo es un proceso técnico; es también una herramienta poderosa para promover la integración urbana. Al recuperar terrenos degradados, se habilita una planificación urbana responsable que permite reconvertir espacios excluidos en barrios seguros, conectados y con vocación social. Esta reconversión estratégica de terrenos es clave para una solución sostenible, pues transforma el suelo contaminado en base sólida para nuevas comunidades.

Además, urge ampliar el enfoque financiero. Tal como lo plantea ONU-Hábitat, las soluciones urbanas requieren modelos de inversión innovadores. En este sentido, la remediación debe dejar de verse como un gasto y comenzar a entenderse como una inversión en sostenibilidad futura. La transición de pasivos ambientales a activos estratégicos solo será posible si se promueve una inversión pública y privada que reconozca el valor territorial, social y ambiental de los suelos recuperados. La Ley Marco de Suelos que Chile necesita no solo debe definir quién paga, sino también incentivar que se pague por transformar, por integrar, por reconstruir.

Con más de 10.000 sitios potencialmente contaminados registrados, la ausencia de una normativa clara que establezca criterios técnicos, estándares de remediación y responsabilidades de financiamiento impide avanzar hacia una recuperación masiva. Como hemos señalado reiteradamente, recuperar suelos no es solo una tarea técnica; exige voluntad política y una visión territorial que solo una ley puede institucionalizar. Necesitamos un marco normativo que permita transformar, con claridad jurídica y ambiental, los terrenos contaminados de hoy en comunidades seguras para el mañana.

El Día Mundial del Hábitat nos recuerda que la planificación urbana, la inclusión social y la gestión ambiental deben avanzar juntas. Si queremos convertir los campamentos en barrios y las crisis en oportunidades, el primer paso ineludible es sanear la base de nuestro hogar: el suelo.

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Equipo Prensa
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