• El Perú no puede seguir atrapado en el falso dilema de agricultura versus minería. La verdadera discusión es cómo transformar el uso del agua y la explotación de recursos en una estrategia de desarrollo competitivo.

El debate sobre la gestión del agua en el Perú suele girar en torno a la confrontación entre agricultura y minería, alimentado por discursos políticos y declaraciones ministeriales que priorizan de manera formal a un sector sobre otro. Sin embargo, más allá de la retórica, el verdadero desafío radica en cómo transformar las ventajas comparativas y la abundancia de recursos naturales en ventajas competitivas y dinámicas que puedan sostener el desarrollo socioeconómico del país.

La teoría ricardiana de la ventaja comparativa sostiene que los países deben especializarse en actividades donde son relativamente más eficientes (Ricardo, 1817). No obstante, esta visión, aunque útil para el comercio internacional en el siglo XXI, es insuficiente en un contexto globalizado donde la competitividad depende cada vez más de la innovación, la eficiencia en el uso de recursos y la sostenibilidad ambiental (Porter, 1990).

El Perú, un país minero y agrícola por dotación natural, se encuentra atrapado en este dilema: ¿Cómo pasar de una economía operativa y basada en la mera explotación de recursos a una economía estratégica y capaz de generar valor agregado, innovación y bienestar sostenible? El uso del agua, recurso crítico para ambos sectores, se convierte en el eje del análisis.

 

La base conceptual: Comparativo versus competitivo

Ricardo (1817) demostró que incluso un país menos eficiente en todos los bienes puede beneficiarse del comercio si se especializa en aquello donde tiene una ventaja relativa. Para el Perú, por historia, ello significó centrarse en la minería y la agricultura, sectores abundantes en recursos naturales.

No obstante, Porter (1990) plantea que la verdadera riqueza de las naciones proviene de construir ventajas competitivas: productividad, innovación, clústeres y sofisticación empresarial. Hausmann y Rodrik (2003) refuerzan esta visión al señalar que el desarrollo es un proceso de descubrimiento de capacidades, en el que los países deben invertir las rentas de sectores primarios en nuevas actividades con mayor complejidad tecnológica.

En otras palabras, explotar solo ventajas comparativas puede generar ingresos en el corto plazo, pero perpetúa estructuras primarias e impide el salto hacia un desarrollo sostenible y equitativo.

El uso del agua: Eficiencia y asignación

El agua es el recurso transversal que conecta la agricultura y la minería. Según la Autoridad Nacional del Agua (ANA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (2020), la agricultura peruana consume alrededor del 89 % del agua nacional, con una eficiencia promedio de apenas 30 % a 45 % en riego gravitacional (Banco Mundial, 2023). Ello implica que más de la mitad del recurso se pierde antes de llegar a los cultivos.

En contraste, la minería utiliza apenas entre 1 % y 2 % del agua existente en todo el país, con altos niveles de recirculación en operaciones modernas (entre 80 % y 98 %) (Buenaventura, 2022). A pesar de este bajo consumo relativo, aporta entre 8 % y 11 % del producto bruto interno (PBI) y más de S/5500 millones en canon que financian infraestructura y servicios en regiones mineras (Instituto Nacional de Estadística en Informática, 2023; Ministerio de Economía y Finanzas, 2024).

Gráfico 1: Uso del agua, aporte del PBI y eficiencia del uso

Fuentes: Autoridad Nacional del Agua (ANA), Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Instituto Nacional de Estadística e Informática y Banco Mundial, 2023. Ministerio de Economía y Finanzas, 2024. Elaborado por el autor del artículo.

La insistencia en leyes para priorizar el uso agrario sobre el minero, como la Ley de Recursos Hídricos, puede tener lógica desde la seguridad alimentaria. Sin embargo, en términos de desarrollo estratégico, es insuficiente e incluso contraproducente: priorizar un sector ineficiente y con bajo retorno económico perpetúa al país en un modelo primario de subsistencia.

El costo ambiental y social de la agricultura

El discurso político suele idealizar a la agricultura como garante de la vida y demonizar a la minería como destructiva. Sin embargo, los datos muestran una realidad más compleja. La expansión agrícola es la principal causa de deforestación amazónica, con más de 130 000 hectáreas anuales perdidas (Ministerio del Ambiente, 2023). Además, la agricultura genera contaminación difusa por agroquímicos y contribuye a la degradación de más del 40 % de los suelos agrícolas (Autoridad Nacional del Agua, 2022; FAO, 2020).

En lo social, la agricultura familiar representa cerca del 27.5 % de la población económicamente activa (PEA), pero mantiene a millones de productores en condiciones de subsistencia, con ingresos promedio de apenas S/992 mensuales (Instituto Nacional de Estadística en Informática, 2024). Así, aunque cumple una función alimentaria, su estructura actual reproduce pobreza en lugar de superarla.

¿Cómo transforman sus ventajas otros países?

La experiencia internacional ofrece lecciones clave. Israel, con escasez crónica de agua, desarrolló el riego por goteo y logró producir más alimentos con menos de la mitad del agua usada en sistemas tradicionales (Banco Mundial, 2018). La Unión Europea, mediante la política agraria común (PAC), condiciona los subsidios al cumplimiento de criterios ambientales y de sostenibilidad (European Commission, 2021).

Estos casos muestran que la seguridad alimentaria no se garantiza con discursos ni leyes que prioricen de manera simbólica un sector, sino con tecnología, gobernanza y sostenibilidad. El Perú tiene la oportunidad de seguir este camino si invierte la renta minera en la modernización del agro, la inversión en riego tecnificado, la gestión de cuencas, el almacenamiento y el valor agregado agroindustrial.

Reflexiones finales

La agricultura, en su estado actual, consume la mayor parte del agua, genera impactos ambientales significativos y mantiene a millones en situación de pobreza. La minería, con bajo consumo de agua y alta contribución económica, puede convertirse en la plataforma para financiar la modernización agrícola y la diversificación productiva.

La costumbre de aferrarse a leyes que priorizan de manera simbólica la agricultura, sin resolver sus ineficiencias estructurales, es insulsa para el desarrollo nacional. El reto no es priorizar algo por decreto, sino construir ventajas competitivas y transformar recursos naturales en motores de innovación, sostenibilidad y equidad social.

El futuro del Perú dependerá de su capacidad para pasar de ser un país operativo, que solo extrae y consume, a uno estratégico, que invierte en eficiencia hídrica, diversificación productiva y competitividad global. ¿Qué otras acciones propondrías? Déjanos tu opinión.

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Equipo Prensa
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