• En Vicuña, el Banco Base de Semillas del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) conserva más de 33 mil especies —muchas únicas en el mundo— bajo condiciones controladas, para enfrentar los efectos del cambio climático y futuras catástrofes.

Chile se destaca a nivel global como un centro clave de diversidad biológica, gracias a la gran cantidad de especies endémicas que alberga y a la notable variabilidad dentro de ellas. De las 4.655 especies de plantas nativas registradas en el país, cerca del 46 % existe únicamente en territorio nacional, lo que convierte a Chile en una fuente fundamental de recursos genéticos vegetales.

En ese contexto, el Banco Base de Semillas Intihuasi del INIA, ubicado en la Región de Coquimbo, tiene como objetivo resguardar la biodiversidad y el patrimonio agrícola de Chile ante catástrofes naturales o los efectos del cambio climático. Este centro mantiene copias de respaldo de las semillas protegidas a nivel nacional, con capacidad para 75 mil muestras conservadas bajo condiciones de -18 ºC y 15 % de humedad.

Britt Wallberg, doctora en Biología y Ecología Aplicada y encargada del Banco, explicó la importancia de estos centros: “Los bancos de semillas son esenciales porque actúan como un seguro del patrimonio fitogenético de los países. Por ejemplo, en el caso de Chile, un mismo poroto crecerá diferente en Atacama que en O’Higgins. De ahí la importancia de resguardar la diversidad genética a través de las semillas. Chile lo hace con el estándar internacional de las distintas normas que existen y eso es lo que ha ido haciendo sostenidamente en el tiempo”.

Entre las variedades albergadas en este refugio —conocido popularmente como el “Arca de Noé chileno”— se incluyen cereales, forrajeras, frutales, tubérculos, hortalizas, leguminosas, especies medicinales, oleaginosas y flora endémica.

El aporte de Chile a la bóveda mundial

Esta iniciativa no solo protege los recursos genéticos para el uso en territorio propio. INIA también contribuye al Banco Mundial de Semillas de Svalbard, en Noruega, donde se resguarda una parte de su colección de trigo —alrededor de 100 variedades desarrolladas por el instituto— y ejemplares de maíz.

Este resguardo se realiza bajo el denominado “Acuerdo de caja negra”, mediante el cual las semillas quedan bajo uso exclusivo del país y actúan como respaldo ante catástrofes o emergencias, garantizando la posibilidad de recuperar los cultivos en caso de pérdida.

En ese sentido, Carlos Furche, director nacional de INIA, destacó el trabajo sostenido de Chile, que hoy lo posiciona como uno de los líderes de Latinoamérica en este ámbito: “Estamos haciendo un trabajo que tiene prioridad, que está hecho de manera consciente desde el punto de vista técnico, que tiene los recursos indispensables para hacerlo bien y que tiene una buena red de relaciones y articulaciones a nivel internacional, que permite transferir la experiencia que nosotros tenemos y recibir la experiencia que otros tienen».

Con estas iniciativas, el INIA busca fortalecer la conservación de la biodiversidad agrícola del país. Para este año proyecta inaugurar una red nacional de bancos de recursos genéticos —la primera de su tipo en Chile— y, a largo plazo, avanzar en la construcción de un banco en la Región de Magallanes.

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Equipo Prensa
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