Chile ha consolidado su posición como un gigante en la exportación de fruta fresca, especialmente tras convertirse en el mayor exportador mundial de cerezas frescas. Sin embargo, este liderazgo mundial exige una defensa constante e innovadora contra amenazas fitosanitarias. En esta «batalla silenciosa», el foco se ha puesto en una de las plagas más complejas del último tiempo: Drosophila suzukii, o mosca de alas manchadas.
Para entender el trabajo que se está llevando a cabo, conversamos con Carolina Yáñez, ingeniera agrónoma e investigadora de la Unidad de Entomología Cuarentenaria de la Fundación para el Desarrollo Frutícola (FDF). La FDF es un actor clave que opera como «tercero autorizado» del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) para certificar fruta bajo los rigurosos estándares de mercados como Corea, Japón y China.
«Chile tiene que mostrar lo que está haciendo. Somos el principal país exportador de Sudamérica y muchos nos ven como referentes. Ese prestigio descansa en años de trabajo en protocolos fitosanitarios y herramientas como el Systems Approach,» subraya Yáñez.
La Drosophila suzukii
A diferencia de otras moscas, Drosophila suzukii tiene la capacidad de ovipositar bajo la piel de la fruta sana, atacando especialmente a las especies de piel delgada como cerezas, arándanos, frambuesas y frutillas. Esta característica la hace extremadamente difícil de controlar una vez que los huevos están dentro, obligando a enfocar las acciones en el adulto.
«Es una plaga con importancia a nivel mundial. Cuando llega a atacar, pone los huevos bajo el fruto, entonces las posibilidades de control son mínimas,» explica la investigadora.
Declarada como «plaga presente con distribución restringida» por el SAG en 2019, la Drosophila suzukii no solo genera daño directo, sino que también incrementa la complejidad de los requisitos de exportación, poniendo en riesgo la apertura de mercados libres de la plaga.
Alianza binacional
Frente a la limitación del control químico, la fruticultura chilena ha volcado su mirada a una herramienta de vanguardia: la Técnica del Insecto Estéril (TIE o SIT por sus siglas en inglés). Este método biotecnológico consiste en la cría masiva de machos estériles, liberados en el campo para que se apareen sin dejar descendencia, reduciendo así la población de la plaga de forma ecológica.
Para implementar este ambicioso plan, Chile ha firmado un convenio con Iscamen en Mendoza, Argentina, organismo que cuenta con una bioplanta multipropósito con vasta experiencia en la producción de insectos estériles (principalmente para la Mosca del Mediterráneo).
«Estamos trabajando un proyecto con Iscamen. Queremos importar estas moscas estériles para Chile para hacer liberaciones, más un manejo integrado de plagas para bajar la prevalencia en los huertos,» detalla Carolina Yáñez.
Este proyecto binacional forma parte del programa global FAO/IAEA para mejorar los métodos de cría de D. suzukii para programas SIT.
Piloto en marcha
El primer paso de esta cooperación se concreta en el corto plazo. Los primeros envíos de moscas estériles desde Mendoza están programados para llegar a Chile en diciembre.
El laboratorio de FDF actuará como un «tercero autorizado» en esta fase, realizando cruciales evaluaciones de laboratorio. «Una vez que tengamos esos resultados, las podemos llevar a campo,» señala Yáñez.
Si bien las liberaciones masivas en huertos de cerezos se proyectan para la próxima temporada (probablemente en la Región de O’Higgins o del Maule, por razones logísticas), este hito marca el inicio de la transferencia de esta tecnología de punta.
La estrategia TIE-Iscamen-FDF y SAG es un ejemplo de sinergia que traspasa fronteras. Chile aprovecha la infraestructura argentina para la producción, mientras que el SAG y FDF aportan su experiencia en vigilancia, sistemas de baja prevalencia y certificación de fruta.
«Lo que sabe el colega de otro país, no lo sabemos nosotros. Este tipo de instancias permite sumar, aprender y corregir,» concluye Yáñez.
El horizonte es claro: Es clave reducir la presión de D. suzukii y, al mismo tiempo, reforzar la imagen de Chile como un país que adopta tecnologías avanzadas y sustentables para resguardar su condición de potencia frutícola global.


































