Dr. Lorenzo Reyes Bozo Decano Facultad de Ingeniería y Negocios Universidad de Las Américas
La evidencia científica, técnica y socioeconómica demuestra el avance implacable del cambio climático a nivel mundial. Así además lo señalan distintos estudios del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En este contexto, la sequía se presenta como un fenómeno silencioso, pero devastador. En los últimos años, su frecuencia e intensidad se han disparado debido a la crisis climática, provocando impactos económicos y socioambientales globales que ya no pueden ignorarse.
Según recientes informes de la OCDE, las pérdidas económicas derivadas de las sequías aumentan anualmente entre un 3% y un 7,5%. Se estima que un episodio promedio de este fenómeno natural en el año en curso podría costar al menos el doble que en el año 2000, y se proyecta para el 2035 un incremento de 35% adicional. La agricultura es el sector más afectado, durante años particularmente secos las cosechas pueden caer hasta un 22%, encareciendo los alimentos y reduciendo directamente el poder adquisitivo de las personas comunes.
Las sequías también afectan otros sectores como la generación de energía, donde la producción hidroeléctrica puede caer más de un 25%, obligando a recurrir a fuentes de energía más caras y contaminantes, basadas en el uso de combustibles fósiles. Además, el comercio fluvial, vital para muchas economías, puede reducirse hasta en un 40%, encareciendo el transporte y provocando incrementos de precios en múltiples productos y servicios.
Estos simples ejemplos, muestran que los costos del cambio climático se trasladan inevitablemente a todos los hogares. A medida que aumentan los costos de alimentos, energía y bienes básicos, la capacidad adquisitiva de las familias comunes disminuye notablemente. Por ello, para evitar exacerbar las desigualdades económicas existentes, se deben tomar acciones hoy para mitigar los efectos de este fenómeno.
La respuesta a sequías extremas debe ser urgente y coordinada. Invertir hoy en prevención y gestión del riesgo hídrico no solo reduce costos inmediatos, sino que asegura beneficios económicos y sociales a largo plazo. El impacto económico de la sequía es global y afecta directamente a cada ciudadano. La gestión eficiente del agua, prácticas agrícolas sostenibles y políticas públicas integradas son esenciales para mitigar esta amenaza silenciosa.