Patricia Poblete, Académica Investigadora Facultad de Medicina Veterinaria y Agronomía, Universidad de Las Américas
¿Quién cuidará de los suelos, el agua y la biodiversidad cuando el cambio climático apriete más fuerte? En agosto celebramos el Día del Agrónomo, una fecha que no solo reconoce la labor de estos profesionales, sino que también invita a reflexionar sobre su rol estratégico en un mundo que exige producir alimentos sin hipotecar el futuro. Como dijo Norman Borlaug, Premio Nobel de la Paz: “La civilización, como la conocemos, no sobreviviría sin un adecuado aporte de alimento”. Hoy, la tarea del agrónomo ya no se mide únicamente en toneladas, sino que en su capacidad para proteger la base natural que sustenta la vida.
La agricultura enfrenta un tablero desafiante: suelos degradados, sequías prolongadas, pérdida de biodiversidad y una demanda creciente de alimentos seguros y nutritivos. Ante este escenario, el ingeniero agrónomo ha dejado atrás la mirada exclusivamente productivista para abrazar un enfoque integral que combina ciencia, gestión ambiental e innovación tecnológica, conectando los campos con las ciudades y la investigación con las comunidades.
En este contexto, la formación universitaria cobra un papel clave, poniendo énfasis en la preparación de profesionales que tengan una sólida base científica, ética y compromiso social, siendo capaces de trabajar por un desarrollo rural inclusivo y sostenible.
No basta con dominar la técnica: hoy el agrónomo debe dialogar con los saberes locales, proponer soluciones basadas en evidencia y contribuir a políticas públicas adaptadas a realidades diversas. Las tecnologías emergentes, desde biofertilizantes y sensores remotos, hasta prácticas de manejo regenerativo, ofrecen nuevas oportunidades. Pero su impacto real depende de expertos que sepan integrar conocimientos, comunicar con claridad y liderar transformaciones desde el campo hasta los centros de decisión.
El Día del Agrónomo es más que una efeméride gremial: es un recordatorio de que, frente a la crisis climática y alimentaria global, estos profesionales son aliados indispensables para cuidar, restaurar y regenerar los ecosistemas. En sus manos está la posibilidad de que la agricultura del futuro sea no solo productiva, sino también respetuosa y protectora del planeta que compartimos.