La evidencia científica confirma que Chile enfrenta la crisis climática con una intensidad inédita. Desde 2010 la zona centro-sur registra un déficit pluviométrico cercano al 30%, configurando la peor sequía en al menos un milenio. A esto se suman temperaturas récord, erosión de suelos y un retroceso acelerado de glaciares, poniendo en riesgo la seguridad hídrica, la producción agrícola y la biodiversidad.

“Las temperaturas promedio a nivel nacional han subido cerca de 0,13 °C por década desde 1961. Este aumento ha generado olas de calor más frecuentes y eventos extremos que antes eran esporádicos y hoy se han vuelto habituales”, señala Jorge Leiva, jefe de carrera de Ingeniería Civil en Medio Ambiente y Sustentabilidad de la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO).

El impacto es transversal. En 2019 el país vivió su tercer año más caluroso en seis décadas, con 13 olas de calor solo en Santiago. El glaciar Echaurren, que abastece de agua a la Región Metropolitana, perdió 31 metros de agua equivalente desde 1975, un retroceso que compromete directamente el suministro para millones de habitantes. “La disminución de glaciares no solo amenaza el agua potable, también afecta a la agricultura y a la generación hidroeléctrica. El costo económico y social será cada vez más alto”, advierte Leiva.

En zonas agrícolas, la desertificación avanza con fuerza: en Coquimbo el 84% del territorio presenta erosión severa, mientras que en el sur las lluvias torrenciales han provocado inundaciones más impactantes que lo habitual. A nivel costero, el 80% de las playas monitoreadas en Chile muestran retrocesos de hasta dos metros por año, lo que amenaza viviendas, infraestructura turística y ecosistemas.

Acciones y avances en la mira

La magnitud de los incendios forestales es otro reflejo de este escenario. Durante el verano 2022-2023 se quemaron alrededor de 430 mil hectáreas, en una temporada marcada por altas temperaturas y sequía extrema. “Seis de las siete temporadas más destructivas han ocurrido desde 2014, y esa recurrencia está directamente relacionada con el cambio climático”, afirma el académico.

El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) proyecta que hacia fin de siglo las precipitaciones en la zona mediterránea seguirán disminuyendo, mientras que las olas de calor y los incendios serán cada vez más frecuentes. Chile ya cumple siete de los nueve criterios de vulnerabilidad establecidos por Naciones Unidas, lo que lo ubica entre los países más expuestos del planeta. “Si no aceleramos las medidas de mitigación y adaptación, el país enfrentará un escenario más cálido, seco y extremo, con consecuencias críticas para la agricultura, la energía y la biodiversidad”, enfatiza Leiva.

En este contexto, el Día Mundial contra el Cambio Climático, que se conmemora cada 24 de octubre, busca poner en la agenda pública la urgencia de adoptar medidas estructurales y cambios de hábitos. Chile ha logrado avances en transición energética -68% de su capacidad instalada proviene de fuentes renovables en 2025-, pero persisten rezagos en transporte, industria y uso de suelo. “Las políticas públicas son fundamentales, pero sin la participación activa de la ciudadanía será imposible alcanzar la carbono neutralidad en 2050”, sostiene el académico universitario.

Para mitigar este escenario, Leiva reafirma que la acción individual también es clave: “ahorrar energía en el hogar, cuidar el agua, reducir el consumo de carne, optar por transporte sustentable y sumarse a iniciativas comunitarias son gestos simples que, multiplicados por millones de personas, logran un impacto real en la reducción de emisiones y en la construcción de un futuro más sostenible”.

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Equipo Prensa
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