Los fenómenos meteorológicos que se han acentuado por el cambio climático, como lluvias, heladas, sequías y otras, están generando pérdidas significativas de los cultivos y la producción de esta industria, planteando un importante desafío a los agricultores.
Si consideramos que Chile se posiciona como el principal exportador de cerezas en Latinoamérica con 97% del mercado según el Anuario 2023 de IQonsulting, y de que el país país también sobresale también en la producción mundial de otras frutas, como arándanos y uvas de mesa, estamos frente a una situación complicada.
A ello se suma que el Estado tiene como política pública fomentar los seguros del sector agrícola para proteger la industria, creando “Agro seguros”, una entidad encargada de administrar un subsidio gubernamental a agricultores para que puedan financiar el copago de las primas de los seguros agropecuarios que suscriben.
Ante esta realidad, los seguros que entregan cobertura a cultivos anuales, frutales o bosques aparecen como una herramienta crucial que brinda protección, permitiendo una gestión eficiente del riesgo, otorgando a los productores confianza para enfrentar la demanda y los ritmos de exportación.
Pese a ello, sólo se observa la presencia de un par de compañías locales que ofrecen seguros agrícolas tradicionales para cultivos frutales en Chile. En cambio, los mercados más desarrollados han profundizado en soluciones más sofisticadas como los seguros paramétricos, los cuales se activan cuando se alcanzan o superan ciertos índices predefinidos como, por ejemplo, precipitaciones o temperaturas sobre o bajo ciertos umbrales durante un cierto período de tiempo acordado entre las partes.
Con todo, los seguros agrícolas se presentan como una opción necesaria para hacer frente al impacto del cambio climático en el sector. Un beneficio que no solo busca salvaguardar a la industria, sino también contribuir a la seguridad alimentaria y a la estabilidad económica del país.
Por Isabella Fernández, Ejecutiva de Riesgos Silvoagropecuarios Marsh.