El trigo destinado a la elaboración de pan es un cultivo tradicional del centro sur de Chile, pero con tendencia a disminuir en superficie durante la última década. Junto con ello, los volúmenes de trigo importado inciden en la rentabilidad del trigo producido en Chile, por lo que no siempre es un cultivo atractivo comercialmente. 

Al respecto, el economista agrario de INIA Quilamapu, Jorge González Urbina, indicó que “el rubro se desarrolla entre actores privados, por lo que los resultados económicos se derivan de las relaciones entre estos”, añadiendo que “el Estado no garantiza rentabilidad, pero tiene roles normativos, subsidiarios, de capacitación e investigación/desarrollo, siendo complejo coordinar o alinear lo público con lo privado”. 

Algunas cifras del sector

La superficie triguera nacional disminuyó, según datos de Odepa, de 258 mil hectáreas en 2016 a 179 mil en 2024. La Región de Ñuble pasó de 31 mil hectáreas en 2022, a 28 mil en 2024, mientras que en La Araucanía y Biobío se mantuvo en torno a las 81 mil y 21 mil hectáreas, respectivamente. 

Desde el punto de vista productivo, el economista de INIA recalcó que el rendimiento promedio en el país (gira en torno a los 59 quintales por hectárea) no ha podido sostener el nivel de la producción nacional, que bajó de 1,53 millones de toneladas en 2016 a 1,06 millones en 2024. “Es preocupante la participación de la producción nacional en la disponibilidad total de trigo, al reducirse de 71,2 % en 2016 a 53,4 % en 2024, disminuyendo la importancia del trigo chileno en el consumo nacional de pan, lo que pone una luz amarilla a la seguridad alimentaria asociada a este grano”, enfatizó.

En cuanto a las importaciones, González Urbina señaló que estas pasaron de 942 mil toneladas en 2021 a 1,14 millones en 2020, principalmente provenientes de Estados Unidos, Canadá y Argentina. “Desde 2022, Canadá nos envía entre el 24 y 44 % del total, mientras que Estados Unidos creció de 22 a 39 % y Argentina cayó de 48 a 9 %”. 

En tanto, los investigadores del Programa de Mejoramiento Genético de Trigo de INIA Quilamapu, Dalma Castillo e Iván Matus, sostuvieron que en término de calidad “el grano de trigo intermedio incrementó su importación a un 50 % del total, mientras que el trigo con grano fuerte representó un tercio del total importado y el trigo con grano suave redujo su importación”.

El problema económico del productor nacional

“El problema económico esencial del rubro es que hay un desacople entre el precio real del trigo y el de algunos componentes de costo como fertilizantes y pesticidas”, explicó el economista agrario González Urbina. Añadió que el precio de estos insumos, desde hace cuatro o cinco años, ha experimentado aumentos relevantes, lo que no ha ocurrido con el precio del trigo. “Ha subido el costo de producción y presionado a la baja la rentabilidad”, destacó. En cuanto a la rentabilidad, sostuvo que esta “aumenta vía ingreso, disminución de costo de producción y una combinación de ambos”. Agregó que como los productores son tomadores de precio del trigo, “es más factible mitigar las variaciones de precio de este mercado, buscando mayor eficiencia de producción, lo que implica realizar bien prácticas agronómicas relevantes o ejes estratégicos del cultivo”.

Ejes estratégicos para la productividad y rentabilidad

Los especialistas en trigo de INIA Quilamapu, Dalma Castillo e Iván Matus, expresaron que son tres los ejes estratégicos de producción que deben implementar los trigueros para obtener buenos resultados: uso de una variedad de trigo adecuada, manejo de fertilización (principalmente nitrogenada) y uso de herbicidas. 

Mencionaron que para escoger una variedad debe conocerse el sistema productivo y el entorno agroecológico del predio, para alcanzar el rendimiento potencial. “Las variedades certificadas INIA son de alto potencial de rendimiento para la zona agroecológica específica, con alta calidad panadera y resistentes a enfermedades”. Explicaron que las variedades pueden ser de tipo invernal (siembra mayo y junio), alternativa (siembra mayo a julio), o primaveral (siembra julio a septiembre). En este ámbito, destacaron la importancia de contar con semilla certificada, al ser estas “garantía de buena germinación y vigor, viabilidad, pureza y rendimiento”. 

En otros aspecto, resaltaron la necesidad de que los productores realicen análisis de fertilidad del suelo, y así aplicar los macronutrientes (nitrógeno, fosforo y potasio) y micronutrientes que el cultivo requiere, lo que permitirá aprovechar el potencial de rendimiento de la variedad. “Se debe tener especial cuidado con la aplicación de nitrógeno en parcialidades en los períodos claves del cultivo como la siembra, inicio de macolla y final de macolla”.  

En cuanto al control de malezas con herbicidas, los mejoradores de trigo de INIA Quilamapu señalaron aquellos que son pre emergentes, que eliminan una amplia diversidad de malezas en sus primeros estadios de crecimiento y poseen un efecto residual de control más prolongado. Indicaron los herbicidas de post siembra, aunque requieren mayor conocimiento de las malezas presentes y más precauciones para no dañar el trigo. 

Por último, recalcaron que al seguir estos tres ejes estratégicos, los agricultores serán más eficientes en la producción y disminuirán el costo de cada kilo de grano de trigo producido, lo que les dará más opción de sostener la rentabilidad del cultivo. 

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Equipo Prensa
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