Por Oscar Delgado, Director de Ventas para LATAM en Myriota
La agricultura juega un papel central en la transformación digital de Latinoamérica, especialmente en lo que respecta a los desafíos de los agricultores en áreas remotas. En regiones donde la conectividad tradicional es escasa o inexistente, las soluciones de IoT habilitadas por satélite han surgido como un aliado estratégico para impulsar la productividad, la sostenibilidad y las capacidades de toma de decisiones en el terreno.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Latinoamérica es una de las regiones con la mayor concentración de propiedad de la tierra en el mundo, y las tierras de cultivo siguen estando distribuidas de manera desigual. Además, una gran parte de la producción agrícola ocurre en áreas con infraestructura limitada. Ahí es donde la conectividad satelital marca la diferencia, permitiendo el monitoreo crítico de cultivos, suelo, clima y paneles solares, sin importar cuán remota sea la granja.
Datos recientes del IoT Snapshot 2024 de Logicalis muestran que el 58% de las empresas latinoamericanas ya tienen iniciativas de IoT, en comparación con el 31% en 2019. Esta cifra se eleva al 61% en los países de habla hispana, lo que refleja un aumento de 14 puntos desde 2021. Este crecimiento subraya una creciente conciencia del potencial transformador de IoT en sectores como la agricultura.
A nivel mundial, se proyecta que el mercado de IoT alcanzará los USD 1.8 mil millones para 2028, casi publicándose desde los USD 959.6 mil millones en 2023, según GlobalData. A medida que la adopción de IoT se acelera, las nuevas tecnologías de conectividad están remodelando lo que es posible, especialmente en entornos rurales. Las opciones mejoradas de conectividad IoT ahora admiten casos de uso que requieren menor complejidad, costo reducido y menor consumo de energía, como los servicios directos a satélite, que permiten que los dispositivos en áreas remotas envíen y reciban datos a través de satélites, incluso sin conexión celular, haciéndolos ideales para aplicaciones que requieren conectividad confiable y batería de larga duración.
El panorama en Chile
La industria minera de Chile está integrando cada vez más las tecnologías IoT para mejorar la eficiencia operativa, la seguridad y la sostenibilidad. Por ejemplo, Codelco, la empresa minera estatal y el mayor productor de cobre del mundo, utiliza camiones autónomos en su mina Gabriela Mistral desde 2008. Estos vehículos operan más horas con tasas de accidentes reducidas, mejorando la seguridad y la productividad. Otras operaciones utilizan drones que realizan estudios topográficos y mediciones volumétricas y aplican datos integrados para optimizar el rendimiento y minimizar el personal in situ. El sector agrícola de Chile no se queda atrás, adoptando innovaciones de IoT y AgTech para abordar la escasez de agua y los desafíos del cambio climático. Algunas soluciones implementadas incluyen sistemas de automatización de riego que monitorean la humedad del suelo y las condiciones climáticas, y el monitoreo de fertilizantes y control de plagas.
El gobierno también apoya la adopción de IoT a través de diversas iniciativas. Una de ellas es el Centro Nacional de Pilotaje (CNP), una asociación público-privada que facilita la prueba y validación de tecnologías mineras, incluidas las soluciones de IoT, para promover la innovación en el sector. InvestChile, la agencia de promoción de inversiones del gobierno, destaca el compromiso del país con la transformación digital en la minería, enfatizando la automatización y la integración de IoT para mejorar la seguridad y la eficiencia.
El desafío de la conectividad rural
La diversa geografía de la región sigue siendo un obstáculo importante para la expansión de las redes terrestres. En países como Chile, México, Brasil y Argentina, vastas áreas rurales con baja densidad de población ofrecen poco incentivo comercial para los proveedores de telecomunicaciones tradicionales. Una brecha digital afecta directamente la eficiencia agrícola y el acceso a las tecnologías modernas.
Las soluciones de IoT basadas en satélites de órbita terrestre baja (LEO) presentan una alternativa escalable y rentable. Estas tecnologías están diseñadas para operar con un consumo de energía mínimo y una alta confiabilidad, incluso en áreas sin cobertura terrestre. Le dan a los agricultores un nuevo nivel de control sobre sus operaciones a través de la recopilación y transmisión de datos críticos.
La conectividad como motor de la productividad
Los agricultores pueden rastrear variables clave como la humedad del suelo, la temperatura, la lluvia, los niveles de riego y la salud de los cultivos mediante la integración de sensores con conectividad satelital. Estos datos, recopilados y analizados a través de plataformas digitales, ayudan a optimizar el uso de recursos, predecir los rendimientos y reducir las pérdidas de cultivos y agua, allanando el camino para una agricultura más inteligente y sostenible.
La automatización también juega un papel crucial. Los sistemas de riego y monitoreo de agua impulsados por sensores, por ejemplo, ayudan a optimizar el uso de agua y fertilizantes, al tiempo que detectan fugas o problemas antes, lo que respalda prácticas más respetuosas con el medio ambiente. Esta innovación se vuelve aún más crítica frente al cambio climático y la creciente escasez de agua.
Un futuro conectado para el campo
La agricultura digital está ganando impulso gracias a los avances en la tecnología satelital IoT y la expansión de soluciones que ofrecen comunicaciones de bajo costo y bajo consumo de energía para áreas remotas. Al conectar áreas rurales incluso más allá del alcance de las redes tradicionales, el IoT satelital está transformando la forma en que los agricultores toman decisiones y responden a los desafíos diarios.
La conectividad inteligente se convierte entonces en la piedra angular del progreso agrícola. Los agricultores pueden acceder a infraestructuras robustas e híbridas que admiten datos revolucionarios al combinar redes terrestres y no terrestres. Esto permite un monitoreo más preciso, una toma de decisiones más rápida y un uso más eficiente de los recursos naturales y tecnológicos, lo que en última instancia impulsa la productividad y la resiliencia en el campo.