Cada tipo de aceite tiene propiedades distintas que influyen en el sabor, la salud y el resultado final de tus preparaciones. Saber elegirlo puede marcar una gran diferencia en la cocina.
En la cocina cotidiana, el aceite es uno de los ingredientes más comunes y versátiles. Lo usamos para freír, saltear, aliñar o preparar masas, pero pocas veces nos detenemos a pensar cuál es el más adecuado para cada tipo de preparación. Y no se trata solo del sabor, sino también de la temperatura, los nutrientes y hasta los efectos en nuestra salud.
Uno de los aspectos clave al momento de elegir un aceite es su punto de humeo, es decir, la temperatura a la que comienza a quemarse y a descomponerse. Cuando eso ocurre, el aceite no solo pierde sabor, sino que también libera compuestos que pueden ser nocivos para la salud. Por eso, no todos los aceites sirven para freír o cocinar a altas temperaturas.
El aceite de oliva extra virgen, por ejemplo, es ideal para consumir en crudo. Es perfecto para aliñar ensaladas, terminar platos o preparar salsas frías. Tiene un sabor intenso y propiedades antioxidantes, gracias a su alto contenido en grasas monoinsaturadas y polifenoles.
Sin embargo, al calentarlo en exceso, pierde parte de sus beneficios nutricionales y puede volverse amargo. Por eso, si vas a cocinar a fuego fuerte, es preferible usar una versión refinada o elegir otro tipo.
Para freír o saltear, una buena opción es el aceite de canola, maíz o maravilla, que tienen puntos de humeo más altos y sabores más neutros. Estos aceites soportan mejor el calor y permiten que los alimentos se cocinen de manera uniforme, sin generar sabores fuertes ni compuestos dañinos. También son más económicos, lo que los convierte en una alternativa práctica para el uso diario.
El aceite de coco, por otro lado, ha ganado popularidad en los últimos años. Es sólido a temperatura ambiente, tiene un aroma característico y es muy usado en repostería y preparaciones asiáticas. Tiene un punto de humeo medio y es más estable que otros aceites cuando se calienta. Sin embargo, su contenido de grasas saturadas es alto, por lo que se recomienda usarlo con moderación, especialmente en personas con colesterol elevado o enfermedades cardiovasculares.
También está el aceite de sésamo, muy apreciado en la cocina oriental. Aunque no se recomienda para frituras largas, es ideal para salteados rápidos o para dar un toque final aromático a sopas y ensaladas. Su sabor es fuerte, por lo que unas pocas gotas bastan para transformar un plato.
Además, en los últimos años han aparecido en el mercado aceites menos tradicionales, como el de palta, nuez o linaza. Estos son ricos en grasas saludables y ofrecen perfiles nutricionales interesantes. El de palta, por ejemplo, tiene un alto punto de humeo y un sabor suave, lo que lo convierte en una excelente alternativa para cocinar. El de linaza, en cambio, no debe calentarse y se recomienda solo en crudo por su delicado perfil de ácidos grasos omega-3.
Más allá de los beneficios nutricionales, también es importante considerar el uso que se le dará a cada aceite. Si se trata de una receta donde el sabor del aceite será protagonista, como una mayonesa casera o una vinagreta, conviene elegir un aceite de calidad con sabor definido. Si, en cambio, este será solo un medio de cocción, es preferible optar por opciones más neutras y económicas.