Cada Día Mundial de los Ríos, que se conmemora cada año el cuarto domingo de septiembre, nos recuerda que el agua no solo corre por cauces naturales, sino también por las venas invisibles de nuestra sociedad: la economía, la agricultura, las ciudades. Hoy, en pleno siglo XXI, el desafío ya no es únicamente cuánta agua tenemos, sino qué sabemos —o dejamos de saber— de ella. Porque el futuro del agua tiene dos caras.

La primera es la de la brecha digital de la naturaleza. Gran parte de los ríos en Chile y América Latina aún se gestionan de manera manual, con una variabilidad gigantesca en la capacidad técnica de las distintas organizaciones de usuarios y sin un estándar único que homologue la gestión del agua. 

Esto se traduce en un manejo desigual, opaco y con pocas certezas respecto de la disponibilidad real del recurso. La consecuencia es predecible: decisiones tardías, conflictos entre usuarios y políticas que llegan cuando el daño ya está hecho.

Según datos de la UNESCO, más del 60% de los ríos del mundo carece de monitoreo sistemático, lo que nos deja en la paradoja de vivir una crisis hídrica sin los datos mínimos para enfrentarla.

La segunda cara es la del patrimonio tecnológico. La digitalización abre oportunidades inéditas: sensores que entregan caudales en tiempo real y plataformas que permiten transparentar la gestión hídrica con estándares internacionales. 

Ya existen ejemplos en Chile, como el río Maipo, 100% digitalizado, o el río Elqui, donde la trazabilidad de las mediciones asegura un manejo moderno y confiable. Pero en paralelo conviven sistemas obsoletos, con infraestructura heredada de los años 60, que todavía operan de forma manual y sin transparencia mínima en la información.

Aquí surge una pregunta central: ¿cómo aseguramos que los datos de extracción de caudales sean de calidad, públicos, transparentes y que efectivamente reflejen una distribución equitativa a prorrata de este recurso tan preciado?

Ambas caras conviven hoy. Un futuro sin datos condena a los ríos a la incertidumbre; un futuro con datos mal gestionados los condena a la exclusión. El desafío está en elegir bien de qué lado de la historia queremos estar.

El agua, y los ríos que la llevan, no pueden seguir siendo víctimas de la brecha digital. Tampoco pueden quedar atrapados en la lógica de la concentración tecnológica. La única salida es reconocerlos como un patrimonio natural que debe ser potenciado, no reemplazado, por un patrimonio tecnológico administrado con ética, transparencia y sentido común.

En este esfuerzo, las organizaciones de usuarios cumplen un rol clave, aunque con presupuestos limitados que no siempre permiten alcanzar altos estándares tecnológicos. De ahí la importancia de avanzar hacia una política de largo plazo, con decisión público-privada, que asegure recursos y continuidad en el tiempo.

Este Día Mundial de los Ríos es una invitación a mirar estas dos caras con la misma seriedad. Porque el futuro de nuestros ríos se juega tanto en sus caudales como en sus datos.

Emilio de la Jara, CEO de Capta Hydro, startup que gestiona el agua extraída de los ríos.

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Equipo Prensa
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