En el imaginario colectivo, liberar a las gallinas ponedoras de las jaulas representa un triunfo ético. Sin embargo, la ciencia nos obliga a mirar más allá de las apariencias. Los sistemas libres de jaulas actuales, aunque bien intencionados, presentan falencias estructurales que comprometen seriamente el bienestar animal. La mayor libertad de movimiento de las aves que ofrecen estos sistemas, no siempre se traduce en un mejor bienestar. Estudios recientes han documentado un aumento en lesiones físicas, agresiones entre individuos y mortalidad en sistemas aviarios abiertos.
El riesgo de enfermedades infecciosas y muerte por depredación también es significativamente mayor en ambientes al aire libre. Aunque estos sistemas incorporan elementos de enriquecimiento ambiental, como perchas y sustratos para baños de polvo, estos no compensan la falta de control sobre factores críticos como la densidad poblacional, aumento de parásitos externos e internos, peor calidad del aire y temperatura ambiental.
La idea de que “libertad” equivale a “bienestar” es seductora, pero científicamente cuestionable. El bienestar animal debe evaluarse objetivamente mediante indicadores fisiológicos, conductuales y productivos, que sean validados, apropiados a la realidad chilena, de libre acceso y verificables, no solo por la ausencia de jaulas. La transición hacia sistemas que mejoran el bienestar es necesaria e inevitable y ha sido impulsada por campañas ciudadanas como End the Cage Age en Europa; sin embargo, diferentes informes científico-técnicos, independientes de intereses sociales o económicos, advierten sobre estos problemas de bienestar desmejorado en sistemas libres de jaulas (aviarios o free range).
La solución no está en elegir entre jaulas o libertad, sino en diseñar sistemas de producción animal basados en evidencia científica, que integren tecnología, manejo especializado y monitoreo constante con el fin de buscar el mejor bienestar posible. La implementación de herramientas como RFID para seguimiento individual, cámaras web asociadas a reconocimiento de imágenes con inteligencia artificial y estrategias de alimentación automatizada diferenciadas, marcan la diferencia hacia un constante monitoreo y mejor bienestar.
La ética en la producción animal no puede basarse exclusivamente en percepciones. Necesitamos políticas públicas y decisiones de consumo basadas en evidencia científica. Solo así podremos avanzar hacia una producción de huevos que sea verdaderamente respetuosa con la vida animal y sustentable para la creciente población humana que demanda alimentos de origen animal.