En Chile, la agricultura cumple un rol estratégico no solo en la producción de alimentos y las exportaciones, sino también en la configuración del mercado laboral. Este sector concentra una alta proporción de empleos formales, especialmente en regiones como la Metropolitana (17%), O´Higgins (15%), Maule (14%) y Los Lagos (12%) donde se encuentra la mayor cantidad de trabajadores del sector.
Sin embargo, el empleo agrícola presenta algunas características que lo diferencian de otros rubros: se trata de un mercado laboral marcado por la estacionalidad y la informalidad, con tasas que superan el 41%, siendo una de las más altas comparada con el 26% a nivel país, según cifras de la Encuesta Nacional de Demanda Laboral (ENADEL) del año pasado.
En paralelo los procesos de mecanización y digitalización plantean nuevos desafíos para la formación de capital humano, mientras surgen políticas públicas destinadas a incentivar la formalización del empleo. En este escenario, la agricultura se transforma en un espacio donde confluyen fenómenos estructurales del mercado laboral chileno: informalidad persistente, migración, género, precariedad y transición tecnológica.
Hay que considerar además que nuestro país, enfrenta un acelerado proceso de envejecimiento demográfico, con un 14% de su población mayor de 65 años, lo que plantea desafíos importantes para la disponibilidad de fuerza laboral activa. Es así como la mano de obra más joven emerge como un factor clave que aporta dinamismo al mercado y ayuda a compensar el descenso en la tasa de natalidad nacional. Este fenómeno no solo contribuye a mantener la proporción de personas en edad de trabajar, sino que también puede influir positivamente en la productividad y en la diversificación de competencias dentro de distintos sectores económicos.
Por ello es importante avanzar hacia la modernización y formalización del empleo en este sector, sin perder su relevancia como motor regional y social. Políticas que promueven la capacitación, la inclusión de mujeres, jóvenes y migrantes, además de la fiscalización efectiva del trabajo, son clave para lograr un desarrollo agrícola más sostenible y equitativo.
Reyes Mancebo
Country Leader Eurofirms Group




































