Por Hans Holzhauer, Gerente de Tattersall Campos

La Región del Maule ha sido, por décadas, un pilar del sector silvoagropecuario chileno. Sin embargo, hoy somos testigos de transformaciones profundas que están redefiniendo no solo su estructura productiva, sino también el rol que juega en el desarrollo agrícola del país. Desde Tattersall Campos hemos analizado estas dinámicas en detalle, y los resultados muestran un panorama desafiante y lleno de oportunidades.

El Maule concentra más del 20% del PIB silvoagropecuario nacional y un 4% del PIB total, lo que lo convierte en un verdadero motor de la producción primaria. A esto se suma su protagonismo en las exportaciones, con la fruta fresca liderando con más de un quinto del total nacional, junto a la celulosa y las maderas elaboradas. Estos números reafirman la posición estratégica de la región en la agroindustria y el sector forestal.

Sin embargo, el verdadero cambio está ocurriendo en el uso del suelo. En los últimos cuatro años, la superficie de predios menores a cinco hectáreas creció más de 6%, mientras que la superficie frutal prácticamente se duplicó. Cerezos, nogales y avellanos están reemplazando de manera acelerada a cultivos tradicionales como el trigo y el maíz, que han disminuido más de 50% desde 2007. Este fenómeno no solo responde a la búsqueda de mayor rentabilidad, sino también a las nuevas condiciones de mercado y a la necesidad de adaptarse a escenarios climáticos más exigentes.

Otro elemento clave es el fuerte aumento de los avalúos fiscales. En comunas como Cauquenes los suelos agrícolas subieron más de 110% en apenas cuatro años, mientras que Retiro, San Javier, Pencahue y Parral registraron incrementos cercanos al 100%. Esto refleja una presión significativa sobre los productores y un auge de las parcelaciones, pero también confirma un revalúo estructural de la tierra agrícola, que debemos comprender y gestionar como una tendencia de alcance nacional.

Hoy el valor fiscal promedio por hectárea en la región supera los $12 millones, mientras que el precio real de mercado bordea los $19 millones. Estas cifras, más allá de lo económico, son señales de una reconfiguración que transforma la identidad agrícola del Maule y plantea interrogantes sobre el futuro de nuestras comunidades rurales y de la seguridad alimentaria del país.

Frente a este escenario, mi convicción es clara: necesitamos políticas públicas y estrategias privadas que acompañen este proceso de reconversión, orientándolo hacia un desarrollo sostenible y territorialmente equilibrado. El desafío no es solo producir más, sino hacerlo mejor, integrando innovación, eficiencia hídrica y diversificación productiva. El Maule tiene las condiciones para ser el epicentro del nuevo mapa agrícola de Chile, pero ello dependerá de nuestra capacidad de anticiparnos a los cambios y de tomar decisiones que pongan a la agricultura al centro de la estrategia nacional de desarrollo.

Quienes quieran conocer en detalle este análisis pueden revisar el informe completo en Tattersall Campo.

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