Clima y resiliencia global
El arándano, símbolo del dinamismo agroexportador del sur global, se ha consolidado como uno de los cultivos más sensibles a la transformación climática que atraviesa la agricultura mundial. Lo que hace dos décadas era un fruto de nicho en el hemisferio norte, hoy es una industria estratégica para países de América Latina y África. Sin embargo, su crecimiento acelerado se enfrenta a una realidad que redefine de manera profunda la competitividad y la geografía del cultivo.
Los sistemas hortofrutícolas son altamente sensibles a la variabilidad térmica, y el arándano es un caso emblemático: requiere horas de frío bien definidas, agua disponible en momentos críticos y estabilidad climática durante floración, cuaja y cosecha. El aumento sostenido de las temperaturas, que según el IPCC ya alcanza 1,2 °C sobre los niveles preindustriales, sumado a eventos extremos, coloca al cultivo en una zona de riesgo operacional y económico.
América Latina: entre la expansión y los límites climáticos
La región que impulsó la globalización del arándano está viviendo las primeras señales estructurales de cambio.
Chile, que lideró el comercio internacional durante años, registra una pérdida sostenida de horas frío en la zona central, afectando la brotación y reduciendo calibre y uniformidad. La frontera productiva avanza hacia el sur, mientras el valle central comienza a perder competitividad frente a la variabilidad climática y mayores costos de manejo.
En Perú, el éxito exportador depende de un sistema de riego tecnificado y altamente eficiente. Sin embargo, las olas de calor asociadas a El Niño y el avance de la salinización comprometen la sostenibilidad del modelo. Las proyecciones apuntan a un escenario de mayor estrés hídrico hacia 2030, lo que exigirá nuevas variedades, manejos adaptativos y mayor eficiencia energética.
México enfrenta adelantos significativos en floración y alteraciones del ciclo fenológico, especialmente en Michoacán y Jalisco. Esto afecta la coordinación con la polinización y la condición del fruto. Mientras tanto, Argentina observa un desplazamiento evidente del cultivo hacia zonas patagónicas más frías y estables, aunque con desafíos logísticos y costos de infraestructura.
África: crecimiento acelerado bajo presión climática
El continente africano se ha convertido en un jugador clave, especialmente en el suministro temprano para Europa.
Marruecos, con un modelo productivo intensivo y cercano a los puertos europeos, enfrenta olas de calor superiores a 40 °C y una creciente presión sobre el agua en el valle del Loukkos. El riesgo de pérdida de productividad hacia 2035 obliga a inversiones urgentes en eficiencia hídrica y sombreo.
En Sudáfrica, el alza de temperaturas abre nuevas zonas de cultivo, pero intensifica la competencia por el agua con otras industrias frutícolas. Y en Zimbabue, el arándano surge como alternativa de diversificación agrícola, aunque la infraestructura hídrica limitada y la dependencia de variedades externas representan un desafío significativo.
Impactos fisiológicos y sanitarios: calidad bajo amenaza
Desde el punto de vista biológico, el arándano es particularmente vulnerable. La reducción de horas frío compromete la brotación; las temperaturas nocturnas elevadas disminuyen la síntesis de antocianinas, afectando color y vida de postcosecha; y la maduración se vuelve dispareja, reduciendo la calidad comercial.
El cambio climático también favorece la expansión de plagas y enfermedades. Patógenos como botritis o Phytophthora aumentan su incidencia, mientras insectos como Drosophila suzukii ya se establecen en regiones donde antes no representaban una amenaza. Esto incrementa costos de manejo y reduce los márgenes, especialmente en productores de menor escala.
Economía y logística: un modelo bajo presión
Los costos de producción han aumentado por la necesidad de infraestructura adaptativa: riego más preciso, sistemas de sombreados, mallas contra radiación, mayor energía para preenfriado y tecnologías de monitoreo. Según estimaciones recientes, en Sudamérica los costos por kilo han subido cerca de 18% en los últimos cuatro años, presionando la rentabilidad.
En logística, las olas de calor y la irregularidad climática complican la mantención de la cadena de frío en puertos y rutas marítimas. Países como Perú y Marruecos, que exportan en condiciones de alta temperatura ambiental, deben recurrir a tecnologías más intensivas en energía, lo que aumenta la huella de carbono en un mercado donde Europa y Norteamérica elevan sus exigencias de sostenibilidad.
Innovación y brechas de adaptación
La industria ha respondido con un fuerte impulso a la innovación genética y al uso de agricultura de precisión. Programas de mejoramiento buscan variedades con menor requerimiento de frío y mayor tolerancia térmica, mientras sensores y modelos predictivos permiten ajustar riego y nutrición con mayor exactitud.
Pero la adaptación es desigual. Las grandes empresas avanzan rápido en nuevas tecnologías, mientras pequeños productores en Latinoamérica y África carecen de acceso a financiamiento climático, seguros agrícolas y asistencia técnica. Esta brecha amenaza con profundizar desigualdades territoriales y limitar la resiliencia del sector.
Un futuro que se desplaza hacia el sur
Para 2050, los modelos climáticos anticipan un desplazamiento de las zonas idóneas entre 200 y 500 km hacia el sur en el hemisferio sur y hacia mayores altitudes en el hemisferio norte. Chile austral, el altiplano mexicano o regiones de mayor altura en Marruecos podrían ganar relevancia, mientras áreas tradicionales perderían aptitud productiva.
Del crecimiento a la resiliencia
El cambio climático ya no es una proyección. Es una realidad diaria que redefine el modo en que se cultiva, invierte y comercializa el arándano. La industria deberá avanzar desde un modelo de expansión acelerada hacia uno basado en resiliencia: eficiencia hídrica, innovación genética, gobernanza territorial y sostenibilidad verificable.
América Latina y África – hoy protagonistas del mercado global – tienen la oportunidad de liderar esta transición. El desafío no es solo mantener la oferta, sino garantizar que el arándano siga siendo un cultivo viable, competitivo y sostenible en un mundo donde el clima dejó de ser un aliado predecible.
Esta nota es un resumen de un reportaje que será publicado en la próxima edición de la Revista Blue Magazine.
Fuente: BlueBerries Consulting.

































