• Los más afectados están en la zona central, pero el problema se ha agudizado en los últimos años en las macrozonas del sur, principalmente en los secanos costeros interiores de Los Lagos y Los Ríos, donde las horas críticas son casi 200 al año.
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  • El Consorcio Lechero entregó a los productores un semáforo que alerta sobre los posibles impactos de las temperaturas: sobre los 22 grados Celsius y una humedad superior al 50 por ciento,  las vacas ya comienzan a percibir las consecuencias.

 

  • Reforestación de áreas de pastoreo, sombra en áreas de tránsito, sistemas de ventilación y rocío y atención en la disponibilidad de agua en bebederos, forman parte de las acciones que los productores han adoptado para disminuir los efectos del problema.

 

El incremento de las temperaturas en la zona sur del país –con picos superiores a los 30 grados Celsius entre las regiones de La Araucanía y Los Lagos en los últimos veranos– amenaza el bienestar de los animales productores de leche. 

 

Un trabajo elaborado por el Consorcio Lechero y organismos asociados determinó que de las ocho macrozonas donde se produce leche en el país –ubicadas entre las regiones de Valparaíso y de Los Lagos– las horas del año donde se establecen condiciones de estrés calórico (altas temperaturas y elevada humedad) oscilan de norte a sur entre las 1335 y las 194. 

 

En este contexto, para mitigar los impactos de las olas de calor, la industria láctea ha adoptado una serie de acciones que buscan prevenir la pérdida de litros por vaca y asegurar su bienestar ante las nuevas condiciones, entre ellas, reforestando zonas de descanso, asegurando la disponibilidad de agua en bebederos y adoptando sistemas más eficientes de ventilación y rocío en salas de ordeña.

 

Alejandra Viedma, coordinadora del programa de bienestar animal Consorcio Lechero, explicó que se trata de un problema que se viene agudizando en los últimos diez años, y que en el marco de los avances de sustentabilidad el sector ha impulsado acciones de bienestar animal que apuntan precisamente a la salud de los animales. 

 

En este período, por ejemplo, ciudades como Osorno han registrado picos de hasta 36 grados Celsius, en el verano de 2019.  

 

“A diferencia de los seres humanos, las vacas tienen una mayor sensibilidad a las altas temperaturas. Sobre los 22 grados y el 50 por ciento de humedad, ya comienzan a percibir estrés calórico. Los productores se han ido informando sobre el impacto productivo y la importancia de mitigar los efectos del calor, con un proyecto de bienestar animal que nació el año 2013”.

 

Se estima que por cada hora que el animal esté sometido a estrés calórico leve, moderado o severo se producirá una disminución en la producción de leche. Si durante un día enfrentan condiciones de 23 grados Celsius y 90 por ciento de humedad, la pérdida de producción podría ser de hasta 1.5 kilos de leche por cada bovino. 

 

Semáforo de riesgo

 

Como parte de las acciones de información a nivel local, el Consorcio Lechero desarrolló un manual de estrés calórico que detalla por zonas geográficas el nivel de riesgo que tienen las elevadas temperaturas. También se diseñó y entregó a los productores un dispositivo tipo semáforo que precisa la relación entre temperatura y humedad, riesgo de estrés calórico y pérdida productiva. 

 

José Luis Delgado, gerente de la Asociación Gremial de Productores de Leche de la Región de Los Ríos (Aproval), comenta que los veranos en el sur son cada vez más similares a los de la zona central: secos, con altas temperaturas y largos. 

 

El punto de quiebre de esta situación para los predios, subraya, fue la temprana estival del año 2015, lo que permitió visibilizar el problema a nivel de los propios productores y la comunidad científica. 

 

“En general, la mayoría de los predios tienen árboles en sus praderas, lo que ayuda bastante a que el animal tenga sombra cuando está pastoreando. Pero también se ha difundido que los animales tengan condiciones de comodidad en la zona de espera, entre el potrero y la pradera, que ha sido históricamente un lugar descubierto. Cada vez es más común que estas zonas tengan mallas para evitar la exposición directa al sol y atenuar las temperaturas”.

 

El estrés calórico es causado por la imposibilidad de eliminar el calor corporal ante la combinación de temperatura y humedad. Su riesgo se mide en un indicador llamado ITH (índice de temperatura y humedad) que monitorea condiciones ambientales que podrían resultar amenazantes para los bovinos. El indicador varía en una escala de entre 64 y 99 en cuatro niveles: normal, leve, severo y emergencia. 

 

Por cada hora en que una vaca está por sobre 68 ITH puede perder hasta 0.3 litros de leche en ordeña. De acuerdo al análisis del Consorcio Lechero, las ocho macrozonas productoras de leche de vaca en Chile –desde Casablanca por el norte hasta Chiloé por el sur–, las horas de riesgo de estrés calórico oscilan entre las más de 1300 que deben gestionar los predios de la Región Metropolitana hasta las 99, en la isla grande de la Región de Los Lagos.

 

Esto significa que el 15 por ciento de las horas del año, los productores de la Región Metropolitana enfrentan condiciones de estrés calórico. 

 

El riesgo disminuye, lógicamente, en la medida que se avanza hacia el sur, detalla el informe del Consorcio Lechero. Sin embargo, en el secano costero interior de Los Ríos y Los Lagos presenta un elevado número de horas de estrés calórico: 194, lo que representa un 3,7% de las horas del año

 

Las macrozonas donde se concentra la producción lechera del país (llanos centrales de Los Lagos, precordillera andina de La Araucanía, Los Lagos y Los Ríos y la precordillera de la costa de Los Ríos y Los Lagos), el porcentaje de horas con estrés calórico va desde 1,8% a 3,3% de las horas anuales. Los valores están lejos de los porcentajes de las regiones de Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins, Maule y Biobío: entre 1335 y 477 horas anuales. 

 

“El tema en general ya pasó de ser una situación puntual de uno o dos veranos. Se ha hecho recurrente que todos los veranos sean más o menos parecidos, no solo con poca o muy baja pluviometría, sino que además altas temperaturas.La industria lechera lo ha asumido ya como una suerte de realidad”. 

 

“En esta región, por ejemplo, hace 15 años llovía 2.800 milímetros en verano. Y hoy día llueve en 1.700, casi la mitad. Hoy es habitual que en verano tengamos 30 días seguidos sin una gota de agua”, puntualiza Delgado.

 

Estrés en verano

 

Elaborado gracias a la colaboración entre el Consorcio Lechero, la Fundación de Innovación Agraria, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias y la empresa DeLaval, el manual «Estrés calórico en Chile y opciones de mitigación” es un documento de referencia para la industria local, y que advierte los potenciales riesgos de las altas temperaturas en la salud y fertilidad de los animales.

 

Las vacas de alta producción sufren de estrés por calor en verano, aun cuando sean unos pocos meses durante el año, lo que lleva a una disminución anual de la producción de leche y de la eficiencia de la alimentación. Además la fertilidad de las vacas se reduce y los problemas de salud después del parto aumentan en la estación cálida, con lo cual se aumenta el intervalo interparto y la tasa de eliminación debido a los bajos rendimientos productivos y reproductivos”, aseguran los investigadores en el reporte.

 

A nivel mundial, el sistema más expandido para el bienestar de las vacas es el enfriamiento directo”, basado en la evaporación de agua desde la piel de la vaca, para lo cual se combina un tratamiento corto de mojado sobre el animal seguido de ventilación forzada. Se trata del método más eficiente y económico para atender esta situación, permitiendo mantener la temperatura de los animales por debajo de los 39 grados Celsius. 

 

Alejandra Viedma explica que las medidas más básicas para los productores locales pasan por disponer de sistemas de enfriamiento en los corrales y áreas de estabulación, disponiendo de ventiladores y rociadores operativos, además de agua limpia y fresca en todos los bebedores. Por otro lado, en los patios de espera, donde los animales pueden estar hasta dos horas durante la ordeña, es crucial disponer de sombra artificial para controlar los efectos de corto y largo plazo del estrés calórico. 

 

Dependiendo de la intensidad del estrés que sufran, las vacas van disminuyendo su capacidad productiva, reducen su consumo de alimento al llevar su metabolismo a otras funciones de enfriamiento más que a la producción de leche. También hay un impacto den la salud y fertilidad, no solo sobre ellas, sino también sobre la cría en su vientre, que nace con menor peso y una menor producción futura. En suma, los impactos van desde la generación actual a la futura”. 

 

De acuerdo a la evidencia recopilada en el documento, las medidas de enfriamiento contribuyen a mejorar la productividad y la fertilidad de las vacas como consecuencia del enfriamiento en verano, tiene el potencial de mejorar el bienestar animal, aumentar la longevidad, la vida productiva y reducir la contribución de la producción de leche a la liberación de gases de efecto invernadero y al calentamiento global.

 

Acciones como la medición del riesgo de ITH permiten a los productores adoptar rápidamente decisiones para mitigar los impactos. La especialista del Consorcio Lechero afirma que los datos recopilados en los últimos años podrían ayudar a los empresarios del sector a evaluar los potenciales daños a la producción en función de las temperaturas de cada estación del año y las proyecciones de eventos extremos, como las olas de calor del verano de 2024, así como y evaluar inversiones futuras en mitigación del calor.

 

De hecho, la industria ya trabaja en colaboración con universidades apoyando el desarrollo de sistemas de alerta temprana que contribuyan a optimizar la gestión. En el escenario del calentamiento global, se presenta un enorme desafío productivo, principalmente en rebaños pastoriles. Es importante que los productores puedan avanzar en la proyección de sus predios al futuro y en lo posible mejorar  el acceso a sombra para los animales. También con la disponibilidad de agua fresca en potreros y la planificación del pastoreo en zonas con mayor sombra en las horas de calor”, plantea Alejandra Viedma (Por: Luis Francisco Sandoval. Agencia InéLlambías Comunicaciones).

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