Proyecto financiado por FAO pretende rescatar este cultivo ancestral con alta adaptación a la sequía y beneficios para el suelo y la salud, en beneficio de agricultores del secano interior de Ñuble y Biobío.

Tras casi cinco décadas de ausencia en la dieta y la agricultura chilena, el chícharo (Lathyrus sativus) está listo para regresar. Esta legumbre, que destaca por su alto contenido de proteínas, fibra, propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, fue desplazada en producción y consumo en el país, debido a la desinformación respecto de los efectos perjudiciales que genera una ingesta excesiva y prolongada.

Con información actualizada, investigadores de INIA Quilamapu lideran un proyecto de cuatro años de duración que busca reintroducir este cultivo ancestral como alternativa productiva y alimentaria para la agricultura familiar campesina del secano interior de las regiones de Ñuble y Biobío. La iniciativa, que también estimula la producción y consumo de porotos y lentejas, se denomina “Identificación y reintroducción de recursos genéticos de legumbres con tolerancia a sequía y enfermedades que contribuyan a la seguridad alimentaria y adaptabilidad al cambio climático”, y es financiada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). 

“Estamos frente a un cultivo con enormes ventajas frente al cambio climático” explicó Gerardo Tapia, Curador del Banco de Germoplasma Vegetal de INIA Quilamapu y coordinador del proyecto. Detalló que la planta de chícharo presenta una alta resistencia a las heladas y la inundación en invierno, pero también a las altas temperaturas y a la sequía entrando el verano, lo que la hace muy atractiva para los agricultores, sin considerar que posee una ventana de siembra más amplia que otras legumbres. En este sentido, Tapia enfatizó que “su recuperación puede ser clave para la seguridad alimentaria local”.

Encuentro con agricultores de Quinchamalí

Dentro de la comuna de Chillán, es en Quinchamalí donde se está impulsando la reintroducción del chícharo. Al igual que en la comuna de Ninhue, ambas en la Región de Ñuble, aún persisten pequeñas producciones de este cultivo, que pudieron sobreponerse a las exigentes condiciones de disponibilidad de agua y de mejores suelos.

En este contexto, el investigador de INIA Quilamapu lideró un taller entre productores, donde se compartieron experiencias y los resultados de la primera de tres temporadas de evaluación de variedades tradicionales de esta legumbre. La instancia también permitió rescatar conocimientos locales sobre prácticas agroecológicas, el manejo sostenible del suelo y el rol de las legumbres en la fertilidad natural de los suelos. “Al compartir estos aprendizajes es posible ir reviviendo la memoria del chícharo, tanto en lo relativo a su cultivo, como en la tradición del campo chileno”, señaló el investigador.

La jornada concluyó un almuerzo comunitario donde el protagonista fue un tradicional guiso de chícharos, que evocó recuerdos de la gastronomía campesina y reafirmó el valor cultural de este alimento.

Interés por producción agroecológica

El taller realizado en Quinchamalí despertó gran interés entre los pequeños productores asistentes, especialmente por las ventajas que el chícharo ofrece tanto a nivel productivo como ambiental. 

Claudia Ramos, agricultora del sector Reloca, en Ninhue, destacó el que haya sido “una muy buena instancia para conocer a otros productores y aprender del conocimiento que ellos tienen, lo cual es lo más enriquecedor”. Si bien no conocía este cultivo, expresó su entusiasmo por aprender más y por el potencial productivo en su zona. “Me pareció muy interesante saber que en el sector se da bien y que puede generar un ingreso económico relevante, además de ayudar a recuperar nuestros suelos, que son muy pobres”, afirmó.

En el mismo sentido, la productora María Pérez, del sector Peñaflor y presidenta de una agrupación de cuidadoras de semillas, valoró el intercambio de experiencias y la oportunidad de rescatar prácticas tradicionales. “Me encanta aprender de los agricultores, sobre todo de los mayores. Me regalaron un poco de semilla de chícharo y este año lo voy a producir. Además, estamos trabajando en producción ecológica, porque queremos dejar una buena tierra para nuestros hijos”, indicó.

Una apuesta por la soberanía alimentaria y el medio ambiente

El proyecto respaldado por FAO y ejecutado por INIA, busca no solo recuperar un cultivo olvidado, sino también fortalecer la soberanía alimentaria, mejorar la resiliencia de la agricultura familiar y promover prácticas agroecológicas en territorios históricamente afectados por la sequía y el deterioro del suelo.

“Con el chícharo no solo se recupera un alimento nutritivo y tradicional, sino también una herramienta para enfrentar el cambio climático desde la agricultura, revitalizando los saberes campesinos y aportando a sistemas de producción más sostenibles”, concluyó el investigador Gerardo Tapia.

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Equipo Prensa
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