Desde la llegada del chinche africano o pintado (Bagrada hilaris) a Chile en 2016 fue noticia nacional, según lo informaron diversos servicios públicos, entre ellos, el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA). Sin embargo, no fue hasta 2017 que su presencia proliferó y hoy es posible encontrarla desde la región de Coquimbo hasta O’Higgins, siendo la de Valparaíso la más afectada. Ese mismo año, investigadores del programa Manejo Territorial de Insectos (MTI) de centro Ceres empezaron a buscar soluciones para los pequeños agricultores de Quillota.
Este insecto – plaga afecta principalmente a especies vegetales de la familia Brassicaceae (coliflor, repollo, brócoli, rúcula, rábano, kale y pack choi, entre otros), consumiendo hojas y puntos de crecimiento especialmente en plantines, dejando plantas acéfalas o con múltiples coronas, lo que imposibilita su comercialización. Dado lo antetior, el SAG anunció diversas medidas de control.
“Los estudios a nivel nacional se han focalizado en conocer la biología del insecto, su ciclo de vida y comportamiento, desarrollando estrategias de control reactivo – químico y biológico, lo que provoca contaminación ambiental o, en el caso del control biológico aumentativo, dependencia de insumos o asesoría externa”, aseveró la Dra. Marta Albornoz, directora del programa MTI de centro Ceres.
Actualmente Centro Ceres, en un trabajo colaborativo con el SAG, se encuentra en la búsqueda de nuevas alternativas para los productores de la región, especialmente, para los agricultores orgánicos. Lo anterior, mediante la adjudicación del proyecto I+D Ciencia-Territorio ‘Diseño y validación de estrategias para la reducción del daño económico causado por Bagrada hilaris en brásicas, mediante unidades de biodiversidad funcional tipo push – pull, orientadas a la pequeña horticultura de la región de Valparaíso” en el pasado IV Concurso de Fortalecimiento de Centros Regionales.
En dicha tarea, Centro Ceres ya ha avanzado con la primera de dos etapas, instalando cuatro ensayos en la zona de La Palma y San Pedro en la comuna de Quillota. Con un sistema de ‘push and pull’, es decir, mediante la incorporación de plantas banco asociadas con especies vegetales repelentes dentro de un sistema productivo, la investigación espera manipular la distribución de insectos-plagas y manejar sus poblaciones.
“En este método, las plantas repelentes emanan olores que se convierten en disuasivos para los insectos-plagas. De esta manera, la integración de estímulo limita la búsqueda del cultivo de preferencia (efecto push) y, al mismo tiempo, los desplaza a una especie vegetal distinta al cultivo (efecto pull)”, profundizó la Dra. Albornoz.
Por otro lado, al liberar el cultivo de insecticidas, aparecen insectos nativos que podrían ser utilizados como controladores biológicos. De hecho, la Dra. Albornoz junto a un equipo de investigadores nacionales e internacionales ya tuvieron avances en este tema: “Hemos encontrado un grupo de insectos nativos que podrían controlar los estados iniciales del B. hilaris, estamos trabajando en ello y sería un gran paso en el control biológico por conservación para esta plaga”.
De esta forma, el proyecto aporta a la sostenibilidad de la agricultura regional, a través de unidades de biodiversidad funcional que permitan manejar el hábitat del chinche pintado y de sus posibles enemigos naturales. Lo anterior, según explica la directora del programa MTI: “Es una facultad propia de los paisajes, cuya auto-regulación se ha perdido en el tiempo, dada la implementación de monocultivos y el uso inadecuado de agroquímicos”.
Más adelante, la iniciativa contempla una fase de transferencia mediante la instalación de núcleos de aprendizaje participativos, asentados en predios reales en las comunas de San Esteban, Llay – Llay y Quillota. Dichos lugares permitirán a pequeños agricultores, en colaboración con el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), generar una red de apoyo donde puedan interactuar, compartir experiencias y conocimientos que les ayude a transitar a una agricultura sostenible.
Comunicaciones Centro CERES
Danny Ramírez
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